Ozzy deja Black Sabbath y es sustituido nada menos que por el increíble Ronnie James Dio. Se disponen a grabar un disco con
Martin Birch, ¿qué más se puede pedir? El resultado habla por sí solo: Tony Iommi en su mejor momento, si es que ha tenido malos, Dio desarrollando aquel estilo tan particular con el que ya nos había regalado en su etapa
con Rainbow y que, si bien supo retomar con inteligencia en su posterior carrera en solitario, cantando para Black Sabbath alcanzó su techo. Impactante combinación de genios. Pasen y vean.
A este disco hay que ponerle un 10, a cuál si no. Una vez más, Birch sacó lo mejor de la arcilla que tenía en sus manos, sabiendo que en este caso trabajaba con
el material más exquisito. Neon knights, el trallazo que abre el disco, nos sitúa en un ambiente melódico, épico y
movido que anuncia hasta qué punto nos hallamos ante una obra maestra, una obra capaz de proporcionar credibilidad al Heavy por los siglos de los siglos. Ese primer solo de Iommi, ¿de cuántos "pinchazos" constará? ¿Cuántas
veces se lo haría repetir Birch hasta dar con la piedra filosofal? Es perfecto, el cabrón del solo.
Recuerdo escuchar Heaven and hell en una excursión de amiguetes al campo, grabado en una cinta, en el típico loro grande que tanto se gastaba en los ochenta. Y recuerdo que lo escuchábamos en silencio, con auténtica
veneración. Era como estar mamando directamente del origen de algo. Se acababan las pilas del loro, y las machacábamos con una piedra para que duraran más y poder seguir escuchándolo. No volví a sentir esa devoción colectiva
por una música hasta muchos años después, en circunstancias similares, escuchando los tangos instrumentales de Piazzola, que también se las traen, por cierto, tocados por él mismo y su grupo de cámara.
Chidren of the sea y Heaven and hell son quizá las canciones más “puramente Dio”, que parecían manar del mítico Stargazer de Rainbow y anunciaban, a la vez, The last in line y otros himnos posteriores del señor Re-Dio-S, que siempre nombra entre sus favoritas a la que da nombre a este LP.
Lady evil, Whishing well, Die young, Walk away (no pienso salvar ni una) nos transportan por mil y un ambientes propios
de Dio, de Sabbath... de una extraña combinación de ambos que nos puede hacer tocar el cielo una y otra vez.
Pero como no, la última canción, Lonely is the word, que no está colocada ahí gratuitamente, nos deja esa sensación de peso que tanta falta haría a tantos discos. A mí me deja petrificado, traspasado. Pero no se trata de la mejor canción,
o la más profunda, simplemente es la más proclive a dejarnos en la luna con facilidad. Su misticismo, anunciado dos canciones antes por Die young, cristaliza, cuaja y petrifica el disco entero en tu cabeza. Black Sabbath ya se habían salido en anteriores trabajos como
Sabotage, pero esto a ver quién lo supera.