Hacia fines de los’60, los emblemas de la invasión británica marcaban su transición definitiva desde los flequillos mod, las letras de amor y el formato single
a su etapa más expansiva y prolífica. Si Ray Davies había reemplazado las estruendosas guitarras de The Kinks por la máquina de coros pop y tambores militares de The Village Green Preservation Society, The Who había hecho lo propio con la pretenciosa ópera-rock Tommy. Mientras The Rolling Stones captaban el zeitgeist de las protestas estudiantiles con ‘Street Fighting Man’, The Small Faces sentaba las bases de la psicodelia británica
con el esencial Odgen’s Nut Gone Flake. En un panorama cultural lleno de turbulencias, y donde no era raro que los medios llamados especializados antepusieran criterios vendedores sobre los propiamente musicales, muchas bandas
no corrieron la misma suerte y vivieron condenados a un injusto plano secundario (The Action, The Hollies).
Dentro de este último grupo encontramos a The Zombies, un quinteto de la pequeña localidad de St. Albans que decidió separarse antes de registrar su segundo y último álbum, debido a los sucesivos fracasos
de sus singles a nivel de ventas. El disco no logró revertir los números rojos de su compañía discográfica, pero sí entrar a la historia como una de las piezas más exuberantes e influyentes de la música popular. Su
nombre: Odessey and Oracle.
Si los Beatles encarnaban la promesa del sueño americano, la breve historia de la banda liderada por el eximio tecladista Rod Argent demostró que no siempre el talento
puede ir de la mano del éxito. Pese a que su primer single, la hermosa ‘She’s Not There’, debutó en un sorprendente segundo lugar en los charts estadounidenses, sus posteriores trabajos -incluido su primer LP, Being Here (1965)- pasaron sin pena ni gloria. Lejos de cultivar la imagen carismática de varios de sus coterráneos,
hacia fines del’66 la banda decidió entrar al estudio por última vez, ajenos a las ataduras comerciales y la presión de productores. Gracias a la imaginería compositiva de Argent, un devoto de las armonías jazz, las
intrincadas líneas del bajista Colin White y el susurrante timbre del vocalista Colin Blunstone, The Zombies dio origen a una estremecedora sinfonía de pop barroco y complejos juegos vocales capaz de remitir desde el soul
hasta la psicodelia, la que, con los años, ha sido valorada como una de las cumbres de la segunda mitad de la década.
Grabado en los estudios Abbey Road, justo después que los Beatles terminaran Sgt.Pepper’s Lonely Hearts Club Band, Odessey and Oracle despliega su universo de pop con las magistrales ‘Care of Cell 44’ y ‘Maybe after She’s Gone’,
dos guiños irrefutables al impacto de un disco recién salido del horno como Pet Sounds. Pese a que el álbum carece de puntos bajos, es en los tracks más ocultos donde la banda alcanza su clímax de sensibilidad. Tal es el caso de ‘Beechwood Park’, una arenga melancólica
ensalzada por los impecables arreglos de Argent y la guitarra de Paul Atkinson, y la épica ‘Butcher’s Tale’, cuya lírica remite a la historia de un soldado en plena guerra que haría sonrojar a bandas actuales como
Green Day. El corolario perfecto lo pone ‘Time of the Season’, el tema que el productor de la CBS, Al Kooper, relanzó en formato single un año después en los Estados Unidos, con excelentes resultados. Si bien los Zombies
ya habían firmado su final, la leyenda dice que muchas bandas amateur norteamericanas tomaron su nombre para hacer giras.
A la par con Forever Changes (1967) de Love, Odessey and Oracle es el eslabón perdido de los’60 y su influencia no sería reconocida hasta mucho tiempo después. Un clásico menospreciado, pero infaltable en los rankings de los mejores de todos los
tiempos.